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THE ARRIVAL: UNA HISTORIA UNIVERSAL

La pertenencia es una pregunta existencial a la que todos nos enfrentamos en algún momento, sea a un lugar, tiempo o situación. Emerge sobre todo cuando las circunstancias no acompañan en lo cotidiano, obligando a enfrentar las expectativas y – en algunos casos – decidiendo el difícil paso de asumir una realidad distinta.

Reflejo de esta situación – transversal a lugares, personas y épocas – es The Arrival, bella obra que Shaun Tan (Fremantle, 1974) realiza a caballo entre la novela gráfica y el relato infantil. Cuatro años antes de lograr el Premio Óscar por la adaptación de su obra The Lost Thing, las 132 páginas que el australiano publica mediante Hodder Children’s Books sintetizan el mérito artístico con una reflexión social necesaria; sobre todo al constatar el delicado escenario mundial que hoy se despliega.

Ningún hombre es una Isla.

Shaun Tan suma a sus altas cuotas artísticas un llamado a la reflexión. Fuente: TygerTale.com

Dividida en seis capítulos que no incluyen diálogos, la historia muestra a cierto inmigrante de un mundo imaginario con fuertes reminiscencias del nuestro. Entre paneles de diversos tamaños e ilustraciones a página completa, acompañamos a un padre que abandona su hogar para encontrar trabajo y mantener a su familia, pues su tierra natal – aparentemente – se ha vuelto insegura. En esta nueva tierra, el hombre atraviesa un largo proceso administrativo y logra encontrar un pequeño espacio para vivir; surgen dificultades con el idioma, moverse por una ciudad desconocida y hallar un trabajo seguro, pero hace nuevos amigos entre los lugareños y descubre así la lucha cotidiana de otros refugiados que también dejaron atrás sus hogares debido a la esclavitud o buscaron asilo tras la guerra, y que comparten sus propias experiencias. Eventualmente, la familia del hombre se une a él en su nuevo país para asentarse en una vida nueva, tal vez mejor.

The Arrival transmite mensajes de soledad, alienación y esperanza en un suelo extraño. A diferencia de los libros ilustrados infantiles – cuya continuidad se enfatiza mediante textos con múltiples marcos y viñetas-, el autor destaca que elaborar su novela gráfica se asemejó más al proceso de realizar una película, al establecer el tono de cada escena con esquemas cromáticos en tonos sepia que abarcan desde la escala de grises hasta el dorado brillante. Asimismo, las ilustraciones recuerdan a fotografías antiguas que presentan humanos de aspecto realista en entornos abstractos e inusuales, a tono con un entorno cuya estética entrelaza anticuadas proyecciones futuristas con la fantasía presente en reinos imaginarios.

En sus fuentes de inspiración convergen varias ideas. Habiendo crecido bajo la discriminación de ser mitad chino, Tan reflexionaba sobre los chinos que se instalaron en Australia Occidental, investigando un poco sobre su historia y cómo se relacionaban con la comunidad anglo-australiana que los rodeaba. Los relatos que escuchó de su padre (quien arribó desde Malasia hacia 1960) sobre detalles como la comida indigerible, el riguroso clima, el aislamiento o los insólitos trabajos que debió efectuar siendo aún estudiante, le mostraron que las migraciones son parte fundamental de la historia de la humanidad, y comprendió además la importancia que adquieren los álbumes fotográficos: imágenes cronológicas que recogen historias de vida, inspiran recuerdos y animan a rellenar los vacíos del silencio con nuestra propia narración.

Las experiencias de su propio padre, inmigrante de Malasia, influyeron profundamente en el autor. Fuente: The Guardian.com

Otras influencias reconocidas son el relato breve Wong Chu and The Queen’s Letterbox (1977), de T.A.G. Hungerford, – que aborda las memorias infantiles de un grupo incomprendido y segregado que considera su trágico aislamiento de sus familias en China – y también The Snowman (1978), de Raymond Briggs, a esta altura un clásico que cuenta con su propia adaptación animada en 1982.

Respecto a su proceso creativo, Tan explicó que utilizó modelos de la vida real para crear un guion gráfico. Además, tomó fotos en su garaje y utilizó cajas vacías para generar iluminación: “Dependía mucho de la fotografía para muchos de esos dibujos – explicó en algunas entrevistas -, porque son fotorrealistas. No es mi estilo favorito de trabajo y no me sentía muy seguro. La otra cosa era la continuidad. Cuando comencé, estaba sacando todo de mi cabeza y descubrí que se acumulaban problemas de continuidad; solo pequeñas cosas que notas inconscientemente, como la longitud de una manga, cómo cae una solapa, donde está el borde de un sombrero. La única forma de registrar todo eso correctamente era fotografiar muchas cosas”.

La respuesta a la obra no se hizo esperar, y obtuvo numerosos galardones a nivel mundial entre los que se cuentan el del Festival Internacional de Angoulême, dos premios Aurealis, un Locus y el prestigioso Hugo, justo tributo a un trabajo con el que su autor buscaba apelar a la empatía: “En Australia, la gente no se detiene a imaginar cómo es todo para algunos de estos refugiados. Simplemente los ven como un problema una vez que están aquí, sin pensar en el panorama general. No espero que mi libro cambie la opinión de nadie sobre las cosas, pero si al menos hace que se detengan a pensar, sentiré que he tenido algún éxito”.

Según su estimación más reciente (2020), el Informe sobre la Migraciones en el Mundo estima a los migrantes internacionales en 281 millones, lo que corresponde al 3,6% de la población mundial, una cifra que supera en 128 millones a la registrada en 1990 y triplica con creces a la de 1970. En ese contexto, leer The Arrival ya no representa tanto un homenaje al emigrante de todo tiempo y lugar como un llamado a la reflexión sobre nuestra realidad global, donde el cambio es la constante. Entenderlo es nuestra tarea urgente.

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