El cómic o ilustración erótica fue durante décadas el escape para una reprimida juventud chilena. Hoy, es el medio preferido por las mujeres ilustradoras para educar sobre lo políticamente incorrecto.
Durante gran parte del siglo XX, las llamadas “revistas para caballeros” se caracterizaron por su contenido pícaro y sus bromas en torno a situaciones eróticas, especialmente en sus ilustraciones y dibujos. Incluían más texto que gráfica, como en Paliques (1936) Sex Appeal (1939) o incluso La Ronda (1954) y Rouge (1954).
Fueron Pobre Diablo (1945) y, sobre todo, El Pingüino (1956), las que marcaron la pauta a los muchos títulos que se publicarían a finales de la década del 60: Can-Can (1965) Alta Tensión 2000 (1967) -llamada más tarde NAT (1969)-, Pirigüín (1969), Viejo Verde (1970), Ricuritas y Cosquillas (1970). En ellas, se pasa del humor liviano al explícito, con cómics y chistes acompañados de fotografías eróticas o hasta pornográficas, en algunos casos.
Pepe Antártico (1947) deleitó con sus andanzas a los lectores de varios diarios chilenos hasta 2016, y desde su propia revista de aparición irregular, a partir de 1949. Su autor, Percy, publica Risas (1951) junto a otros autores con sus personajes.
En Pobre Diablo, imitación de Rico Tipo de Argentina, dejaron su huella autores nacionales (Alhué, Nato, Percy, Mono, Pekén, Kastro, Pepo, Más, Otero, Osn, Fuentes, Dam, Salgado, An-toño, O, Daza, Landrú, Hector L. Torino, César) hasta que, por incluir la legendaria fotografía de Marilyn Monroe de Playboy fue censurada para siempre en 1952.
Por su parte, El Pingüino (en la que publicaron Nato, Fantasio, Mono, Luís Herrera, Lugoze, Themo Lobos, Tito, Leo, Urtiaga, Jorcar, Pepo, Ibáñez, Cesar), mezcló cómic, humor gráfico, fotografía erótica y notas sobre la farándula local. Con el tiempo (1967), Guido Vallejos, su editor, es reemplazado por los hermanos Vivanco, Jorge y Alberto, quienes dan un toque más intelectual a la revista, que empezó a incluir con ellos la obra de H.G. Oesterheld. Hacia 1969, (Hervi, Vicar, Urtiaga, Themo, Alberto Vivanco, Palomo, E. Pezoa C., Nelson Soto, Jalid, René Poblete, Oski, Jimmy Scott, González, Iñigo, Zoppi, Lito Fernández, Rafael Martínez, Fantasio, Jorcar y Quino) la revista, dirigida ya por Percy, deja de salir.
En la primavera de 1968, la censura alentada por la Iglesia Católica logra sacar de circulación unos cuantos títulos, salvo Pepe Antártico.
Desde mediados de los ochenta, empezaron a aparecer en Chile los llamados fanzines, revistas marginales que utilizaban la temática erótica, entre otras, como arma de lucha contra el Régimen Militar. Una de ellas, Matucana (1984-1990), con ediciones un poco más serias, acabaría adquiriendo por poco tiempo su espacio en los kioscos. Sería Trauko (Martín Ramírez, Karto, Lautaro Parra, Yo-Yo, Marcela Trujillo, 1988-1991) dirigida por españoles, la más emblemática de ellas, una revista de cómic para adultos de mirada crítica y sardónica, que se diferenciaba de las abiertamente eróticas o semi pornográficas como La Papaya, El Choroy, 100% o Tiburón. Todas ellas desaparecían a mediados de los 90.
Actualmente, con la postura anti machista, los movimientos pro mujer y el manejo mediático de lo políticamente correcto, emblemáticas tiras como Pepe Antártico y Palomita (Eduardo de La Barra, 1942-2013) no tendrían cabida. Sin embargo, las salvedades las vienen realizando Maliki -Marcela Trujillo- con Las Crónicas de Maliki, 4 ojos (Feroces Editores, 2010), El diario íntimo de Maliki 4 ojos (RIL Editores, 2011) y Karto Claudio Romero, que en 2011 logra publicar Relatos Carnívoros con Editores Ocholibros.
Mención aparte merecen dos títulos: Brígida (2018), en la que colaboran mujeres historietistas o ilustradoras chilenas y extranjeras, que combaten la antigua costumbre de presentar a la mujer como objeto de burla, deseo e ignominia y, opuestamente, Supermilf (2017), que muestra las andanzas de una mujer de “armas tomar” que no le teme al qué dirán, proyección declarada de su genial autora Maria Jose Bart.
En fin, hoy, lo “tabú”, más que dibujarse, se puede ver por internet y los guionistas locales se dedican más a limpiar y elevar la imagen del cómic nacional, explorando otros temas y dejando casi de lado el que en su momento fuera la bandera de lucha de una juventud reprimida, que hoy es solo visto como algo políticamente incorrecto.
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