Macabro, depravado, bizarro… adjetivos recurrentes para definir el trabajo de Charles Addams, paradigma del humor satírico que dejó su marca en el imaginario popular del siglo XX. Sin ser el caricaturista más dotado entre sus contemporáneos (sus primeros trabajos de los años 1930 difícilmente resultan originales o divertidos), utilizó la excentricidad para exponer sin tapujos el cinismo contemporáneo estadounidense, el mismo que él alentó con diversos mitos sobre su persona.

“De no ser dibujante, tal vez habría sido un criminal” solía remarcar en sus entrevistas. Chismes publicitarios tras los que asoma el hombre, un sujeto afable fascinado por las aberraciones de la vida e inclinado al tabaco, el buen beber, los autos veloces y las bellas mujeres (su agenda de citas incluyó a Greta Garbo, Joan Fontaine y Jackie Kennedy). Claves de una leyenda que capturó lo cotidiano bajo un prisma pavorosamente real.

Charles Addams y su primera esposa, Barbara Jean Day .

 

Creepy and Kooky

Charles Samuel Addams nace en Westfield, Nueva Jersey (EE.UU.), el 7 de enero de 1912. Hijo de un arquitecto naval, las tres plantas del hogar familiar en Elm Street alimentan su imaginación infantil, mientras va mostrando un precoz interés por el dibujo, al imitar sus tiras cómicas favoritas: Krazy Kat y Skippy. Testimonios locales recuerdan sus continuas visitas al cementerio presbiteriano, así como un incidente de arresto juvenil por entrar a una casa abandonada (lugar donde trazó con tiza un esqueleto).

Matriculado en la Escuela Westfield, logra su primer reconocimiento tras dibujar a un boy scout con botas de goma que rescata a un trabajador bajo un poste eléctrico. Además se le nombra director artístico en la revista estudiantil Weather Vane, y publica viñetas hasta graduarse en 1929. Tras un breve paso por la Universidad de Colgate y otro en Pennsylvania, su vocación lo reorienta a la New York Grand Central School of Art, ubicada a unas cuadras del semanario que desde 1925 atrae a todo joven ilustrador: The New Yorker.

Al llegar a la pantalla, los macabros personajes del caricaturista pasaron a llamarse “Los Locos Addams.”

 

Qué hermosura… qué dulzura

Addams envía varias muestras de su trabajo a la revista, hasta que logra vender su primer trabajo (el dibujo de un limpia ventanas), el 6 de febrero de 1932. Los siguientes años le traen un fuerte aprendizaje, como ilustrador de los artículos del periodista Harold Ross, mientras gana dinero retocando fotos de cadáveres para la revista True Detective. Finalmente decide arriesgarse y hacia 1935 se dedica en exclusiva al dibujo, y dos años más tarde se integra a la plantilla habitual de The New Yorker.

Precisamente es Harold Ross quien le anima a explotar su interés por lo macabro, en particular unos siniestros personajes que –reunidos en un singular clan– terminan por adoptar su nombre. A partir del 6 de agosto de 1938, la primera caricatura de La Familia Addams presenta a una primitiva Morticia y su criado Largo, para luego sumar al patriarca Homero, los pequeños Pericles y Merlina, la abuela, el Tío Lucas y el Tío Cosa. Cada viñeta destila su genio gráfico, con escenas de desternillante morbosidad que suelen rayar en un delicioso mal gusto.

Y aunque logran un rápido éxito, de los 1,300 sketches de la historia de esta familia que el artista entrega a The New Yorker, los aceptados no alcanzan la treintena (algunos estudiosos los elevan a 150, si sumamos otros chistes “macabros”). Será la versión televisiva del productor David Levy la que fije Los Locos Addams en el imaginario colectivo: una inusual sitcom (comedia de situación) iniciada el 18 de septiembre de 1964, con dos temporadas para la cadena televisiva ABC, salpicadas de humor negro, buenas interpretaciones (a destacar la dupla Carolyn Jones/John Astin) y un estilo que se ha perpetuado en series animadas, películas o videojuegos.

Sin embargo, The Addams Family no vuelve a aparecer en las páginas de The New Yorker. Es la condición que impone el entonces editor William Shawn para autorizar la adaptación, y el autor respeta el acuerdo, aún cuando otras revistas le proponen explotar la franquicia y el editor Bob Gottlieb –quien sucede a Shawn– le pide retomarlo en 1987. Poco importan las posibles ganancias a un autor cuya creación siente devaluada en otras manos.

Curiosamente, su caricatura más recordada no tiene que ver con la singular familia, sino con una broma sobre esquiadores, publicada el 13 de enero de 1940. Tan absurdo es el chiste final de este sketch, que un estudio psicológico alemán la declaró incomprensible para menores de 15 años, y hasta el día de hoy se utiliza en instituciones estadounidenses para calcular la edad mental de sus pacientes.

Charles Addams fallece el 29 de septiembre de 1988, dibujando hasta sus últimos días para la publicación que tanto amó y donde alcanzó un estatus de clásico. Sin un relevo claro en lo artístico, su visión de la sátira gráfica hoy revive en las firmas de Daniel Brereton, Eric Pigors y otros. Un legado que le debe menos al facilismo mórbido y más a una franca complicidad con la resignada ironía de vivir y morir.

“Tiene la extraordinaria facultad de hacer que lo normal parezca idiota al confrontarse con lo anormal”.
– Boris Karloff

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GONZALO OYANEDEL (Viña del Mar, 1975) es periodista y guionista de historietas con experiencia en radio, televisión y prensa musical. Creador de EL VIUDO (personaje noir con tres entregas desde el 2012) y la saga postapocalíptica NUKE, destacan también las novelas gráficas CIGARRILLOS DEL EDÉN (2018), LONDON AFTER MIDNIGHT, LORDS OF ADVENTURE (ambas del 2019), las historietas MALAS CALLES (2017), KUDRYAVKA: LA HISTORIA DE LAIKA (2018) y el relato de fantasía HAROU, LA JOYA DEL SOL ROJO (2018). Es también autor de los ensayos MÁSCARAS, EL HÉROE ÉPICO EN LOS UNIVERSOS NARRATIVOS (2018) MARVILAS: LA MUJER EN LA HISTORIETA DE AVENTURAS DEL SIGLO XX (2018) y PROTOCULTURA: CRÓNICA DE LAS GUERRAS ROBOTECH (2020). Vive en Santiago de Chile junto a sus gatos.

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