En un principio fue la imagen. Cuando nuestros lejanos antepasados decidieron dejar un mensaje más allá de la palabra hablada, sus rústicas manos se suavizaron en un fino trazo. Esbeltos bisontes ocre y bermellón y caballos de ébano nos narraron entonces, a través de los milenios, una emocionante historia de intrépidos cazadores con sus sueños, alegrías y frustraciones, luchando por sobrevivir a las rudas condiciones que sucedieron a la última glaciación.
Siglos antes de la invención del primer alfabeto, el hombre aprendió a comunicarse a través de la imagen. Desde entonces, la narrativa icónica acompañó el largo proceso evolutivo de la comunicación humana, adaptándose a todas las épocas, en las diversas culturas del orbe.
La invención de la escritura no sustituyó la narrativa de la imagen. Por el contrario, la complementó, asimilándose ambas mutuamente en una hermosa simbiosis. Ya en plena Edad Media europea, los monjes copistas aportan lo elementos de estas primeras alianzas imagen-texto en los preciosos incunables profusamente ilustrados que aún hoy día nos deslumbran. En la América precolombina, los tlacuilos, artistas de alta jerarquía maya-azteca, hacían otro tanto en sus deslumbrantes códices.
Con la invención del papel y la imprenta, la arremetida imagen-texto fue, entonces, incontenible. Como avanzadilla de una nueva forma de comunicación, nace la caricatura satírica, de la mano de grandes maestros, tales que Francisco de Goya, Gustavo Doré y Honoré Daumier. La caricatura comienza con la importante labor de llevar su tácito mensaje visual más allá de donde no podría hacerlo la sola palabra escrita, derribando barreras lingüísticas y culturales y construyendo, al mismo tiempo, los primeros puentes de comunicación global entre el variado mosaico de pueblos y culturas de la “barriada planetaria” que ya se vislumbra.
Llega entonces el siglo XX con sus grandes avances tecnológicos. Entre ellos, la imprenta automatizada que da origen a los periódicos de grandes tirajes, en los que sobreviene la eclosión final del largo camino recorrido por la imagen dibujada y la palabra escrita. Nos referimos a LA HISTORIETA, arte que da origen a una nueva forma de comunicación basada en imágenes, textos, onomatopeyas, signos cinéticos y metáforas gráficas. La historieta y su expresión “menor”, la tira cómica, invaden todos los rincones de la “Galaxia Gutemberg” y fundan una nueva mitología de seres de fábula, héroes superpoderosos y personajes de ciencia ficción que nos abstraen de la realidad cotidiana, haciendo más llevadero los rigores del diario vivir.
La primera historieta
El nacimiento de la historieta y la tira cómica como tal se establece “oficialmente” con la publicación, en EE.UU., en julio de 1905, de la serie Down Hogan’s Alley, cuyo principal personaje era un chinito vestido con un camisón amarillo, quien luego se convertiría en el popular Yellow Kid. Ese mismo año se proyectaba al público la primera película de la historia.
Resultó ser una feliz coincidencia el común año de nacimiento de estas dos novísimas expresiones del arte y la comunicación de masas (cine e historieta), como lo fue su vertiginosa evolución paralela a lo largo del siglo XX. Desde entonces se emparentan, se “coquetean”, continuamente toman una de la otra elementos narrativos y temáticos, enriqueciéndose mutuamente y llegando casi a fundirse en una única expresión.
Inicialmente lúdica, de simple distracción humorística (de ahí su denominación anglosajona de comics), la historieta devino años más tarde en elemento manipulador, al llegar a promover, a través de sus aparentemente ingenuos personajes, dudosos valores de connotación ideológica racista y de otras formas de segregación étnica, histórica y social.
La evolución del cómic hacia nuestros días
Un blanco europeo, rey de las selvas (Tarzán) del África negra y otro de la misma factura étnica, erigido en dios rubio (El Fantasma), sin el cual los morenos enanos de una jungla de Bengala, en la India, no pueden resolver sus problemas cotidianos, afirman la “superioridad” de la raza blanca, (europea o anglosajona), sobre los otros grupos humanos que pueblan el planeta, y ofrecen una visión distorsionada de la cultura y la historia universal. No por casualidad la nave que trae a Jor-el (especie de Moisés extraterrestre salvado de un cataclismo en el planeta Kriptón) cae en una granja del medio oeste norteamericano. Y el héroe de la gran capa de murciélago vive en una “ciudad gótica” que nos recuerda a una metrópoli norteamericana.
Pero años mas tarde, con la llegada de los años 1960 y sus agudos cuestionamientos sobre el orden establecido, los elementos renovadores se hacen presentes en la moderna forma de comunicación visual.
Gracias al genio creativo de artistas como Robert Crump (autor de “El Gato Fritz”), Harvey Pekar y otros historietistas norteamericanos que llevaron el “cómic” al movimiento “Underground“, y de Quino y su universal “Mafalda”, entre muchos otros, la Historieta alcanza su mayoría de edad y se hace pensante, cuestionadora, inquisitiva, y florece hoy día como una nueva forma de Arte Mayor.